Artículo escrito por Eduardo Gudynas de CLAES y publicado en el diario La Primera. La presión ambiental y los desajustes
sociales siguen aumentando en los ocho países amazónicos. Es un complejo
proceso que responde a varis factores, comenzando por el mito que concibe a la
Amazonia como una reserva inagotable de recursos naturales.
Le siguen las limitaciones políticas, donde
las capitales nacionales viven casi siempre de espaldas a la Amazonia. Mientras
se la margina a escala nacional, esos bosques son cada vez más globales.
En efecto, la Amazonia es la nueva frontera
para nutrir de recursos las demandas de los mercados globales, o bien como
proveedora de energía u otros insumos que hacen funcionar las cadenas
productivas nacionales, las que a su vez también están subordinadas a la
globalización.
Estos y otro procesos se analizaron en el
encuentro del Panel Internacional en Ambiente y Energía en la Amazonia, que se
acaba de reunir en Bogotá. Allí, se llamó la atención que estos problemas
aparecen tanto por izquierda como por derecha. Buenos ejemplos de estas
coincidencias del siglo XXI son la promoción de la minería tanto la Colombia de
Santos como la Bolivia de Morales, con todos sus conflictos sociales.
La proliferación de megaproyectos es otro
problema emergente. Tan solo en la región andino-amazónica hay planes de
construir unas 150 represas hidroeléctricas en 4 países. Muchos de esos
proyectos no responden a las necesidades propias de la Amazonia, sino que son
indispensables para dar energía a emprendimientos extractivistas exportadores
ubicados en otros sitios. Recordemos que la minería o la siderurgia son voraces
consumidores de energía.
De
esta manera, la Amazonia está sumida en una serie de encadenamientos
económicos y comerciales que la vinculan a otras zonas de cada país, las capitales,
pero por sobre todas las cosas, a la globalización. La reciente desaceleración
de China, y con ello la caída en varias materias primas, tiene más impactos en
la Amazonia que las decisiones de sus propios gubernamentales. La baja en la
precio del oro puede hacer mucho, por ejemplo, para evitar que siga creciendo
la locura de la minería ilegal en los ríos amazónicos.
Esos encadenamientos son sinónimos de
dependencia. Frente a ello, es necesario recuperar la autonomía para construir
otro tipo de desarrollo amazónico.
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