Artículo escrito por Armando Mendoza y publicado en el diario La Primera. La noticia ha sido un
baldazo de agua fría: el Bank of América Merrill Lynch; uno de los mayores
bancos de inversión a nivel mundial; redujo su estimado de crecimiento de la
economía peruana a 4.4% para este año, muy por debajo de las proyecciones del MEF.
Esta noticia debería darnos pausa sobre la marcha de la economía nacional y
forzar la reflexión.
Y es que nuevamente
la realidad plantea la necesidad de reformular el modelo de crecimiento basado
en la primarización de la economía y la exportación de materias primas; modelo
cuyas debilidades son conocidas: dependencia de un puñado de grandes economías,
demanda estancada o declinante, vulnerabilidad ante caída de precios;
justamente lo que ocurre ahora.
Los factores que
impulsaron el auge del cobre y otros minerales, ya no parecen tan promisorios, pues
estamos entrando a una fase de menor demanda y menores precios. Ya lo estamos
viendo: La Cámara de Comercio de Lima informa que entre enero y abril nuestras exportaciones
cayeron 14%; equivalente a unos US$ 2 mil millones de dólares menos. No es poca
cosa.
Más aún, se
proyecta que los precios del cobre, oro y otras materias primas declinaran en
los próximos años. Pero en el Marco Macroeconómico Multianual 2014-2016 del MEF
se apuesta por exportar más minerales para compensar la caída de precios. Es
decir, vemos que se viene un maretazo y nos metemos más en el agua.
Cierto que la
minería y otras industrias extractivas cumplen y cumplirán un rol central en la
economía nacional. Pero seguir exportando más y más materias primas, cruzando
los dedos para que los precios no caigan, no es precisamente una receta de
éxito.
No estamos en una
situación crítica, pero ya es tiempo de preocuparse en serio en fortalecer y
diversificar nuestra economía, mejorando nuestra competitividad; y no
precisamente la competitividad del “cholo barato”, sino de la que surge de
tener altos niveles de productividad y de valor agregado, de innovar y generar
nuevas tecnologías y productos.
Apostar todas
nuestras fichas a un crecimiento perpetuamente basado en el modelo
primario-exportador es insensato. Requerimos un plan de diversificación económica,
que genere mayor valor agregado y reales avances en competitividad. Hay recursos
y capacidades para ello; lo que necesitamos es la voluntad para cambiar y no
seguir con más lo mismo.