Artículo escrito por Armando Mendoza de OXFAM, publicado en el diario UNO. Escasamente hemos pasado el primer trimestre, pero los signos son más que evidentes: 2015 será un mal año en lo económico y lo social. El producto interno apenas crece, las exportaciones han caído, la inversión privada no despega, y la inversión pública tampoco da para mucho. En suma, un escenario poco alentador, en el que se multiplican las noticias negativas. Más allá del optimismo estereotipado que el Ministro de Economía pasea por los foros internacionales, podremos considerarnos afortunados si cerramos el año con un crecimiento del PBI superior al 3%.
Lo interesante es que este contexto no trae nada nuevo o que no se hubiera visto venir. Quien se tome el trabajo de revisar diarios y páginas web, constatará que desde buen tiempo atrás muchas voces ya señalaban que el auge de las materias primas estaba llegando a su fin, que nuestra economía mostraba ya los primeros indicios de estarse frenando, y que era urgente establecer alternativas para viabilizar un crecimiento sostenible en el tiempo.
Pero entonces, si este 2015 tiene el sabor de crónica de una crisis anunciada, ¿Por qué no se actuó en su momento para prevenirla o aminorarla? ¿Por qué no se tomaron con tiempo medidas razonables y razonadas? ¿Por qué, como tantas veces en el pasado, se actúa tarde mal y nunca?.
Parte de la respuesta a estas preguntas radica en un hecho innegable: en el Perú estamos atrapados en el modelo primario exportador, y este encajonamiento no es un hecho casual. La realidad es que en décadas recientes las políticas públicas; o la ausencia de las mismas; nos han llevado gradual e inexorablemente a la encerrona de las materias primas, adictos y sujetos a sus ciclos de auge y depresión que son bien conocidos, pero que parece que en el Perú las autoridades y los tecnócratas recién están descubriendo.
Y es que más allá de discursos, eventos y publicaciones, temas críticos para el país como la diversificación productiva, el desarrollo industrial, o la generación de mercados internos, han ocupado un lugar secundario en la agenda del estado. Seguimos siendo una economía altamente dependiente y vulnerable, poco competitiva y que genera poco valor agregado, y que una vez pasado el boom encara un panorama incierto. Que eso pase es una responsabilidad que recae directamente en gobiernos que desaprovecharon los años de auge y descuidaron las bases para un desarrollo sostenible.
¿Que tenemos entonces? Más allá de los paquetazos “reactivadores”, que no han reactivado mucho, lo que se ve desde el estado es una fuga al futuro: aguantar y esperar hasta que el próximo auge de las materias primas llegue. Lamentablemente, seguimos siendo un país sin estrategia ni visión, y que se rehúsa a aprender la lección.
Ver en: http://diariouno.pe/columna/desaceleracion-economica-leccion-aprendida/
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