Artículo escrito por Armando Mendoza y publicado en el diario La Primera. Murió la flor, se vino la noche, se acabó, no va más, finito, kaputt: la propuesta para que PETROPERU adquiera la Refinería La Pampilla ha muerto en tiempo record, víctima de cargamontón, rodeada de declaraciones y contradeclaraciones, pasos en falso, pasitos de costado y pasitos para atrás, a medio camino entre la hoja de ruta y la gran transformación. Quizás lo más lamentable de este episodio, es que se perdió la oportunidad de entablar un debate responsable sobre el rol que PETROPERU y las empresas públicas deben cumplir dentro de la economía nacional.
La empresa pública existe; a diferencia de la privada; para el bien de la sociedad. Así, opera con una lógica empresarial pero ligada al interés público, pues su finalidad no es generar ganancias privadas sino beneficios colectivos. Por ello, la presencia estatal es necesaria en sectores económicos claves, como los hidrocarburos, pues como el reciente escándalo de la reventa del gas de Camisea en el exterior; eludiendo el pago de tributos; demuestra, no todo es color de rosa cuando se deja en manos de privados y del “libre mercado” un sector tan crítico.
“No importa el color del gato, siempre que cace ratones” se dice; y bajo esa lógica, hoy alrededor del mundo el pragmatismo económico se ha impuesto, con multitud de empresas de propiedad estatal o mixta (las llamadas paraestatales) altamente competitivas, que invierten, crecen, operan internacionalmente, se alían con el sector privado, y contribuyen a la prosperidad de sus países. Mientras, en el Perú seguimos estancados en una discusión estéril, alimentada por algunos fundamentalistas ideológicos que están atrapados en el pasado, añorando la época en que hablar del rol del Estado en la economía era un sacrilegio.
Más allá de la compra o no compra de La Pampilla, la cuestión de fondo debió haber sido avanzar en definir como PETROPERU y las demás empresas públicas le sirven mejor al país, y como se las articula al desarrollo nacional, asegurando que operen eficiente y trasparentemente, blindándolas contra la corrupción, el manipuleo y el clientelismo político. Sin embargo, por enésima nos hemos dedicado a discutir el color del gato, en vez de entendernos en como lograr que el gato (estatal) sea ágil, astuto, y que cace ratones.
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