Artículo escrito por Armando Mendoza, publicado en el diario La Primera. La publicación de
las últimas cifras de pobreza monetaria del Instituto Nacional de Estadística e
Informática ha sido recibida con jolgorio por la reducción de la incidencia de
la pobreza total y de la extrema pobreza, al nivel nacional y en la mayoría de
las regiones. Así, se habla con entusiasmo de cómo estamos avanzando en un
proceso de “crecimiento” continuo y cómo ello se refleja en el “desarrollo”.
Ciertamente la reducción de la pobreza es algo
que debe saludarse, pero que también debe ser oportunidad para reflexionar
sobre lo que estos datos realmente significan, no sólo por lo alcanzado, sino
también por lo que está pendiente de alcanzar, y como ello se engarza con una
visión de desarrollo económico y social, inclusivo y sostenible.
Así, llama la
atención como Cajamarca, región que ha recibido abundantes recursos de la
minería en los últimos años, es hoy la región con la tasa de pobreza más alta
del país. Ello trae a colación la cuestión de cómo el Estado (gobierno central,
regional y local) no ha logrado para Cajamarca un autentico proceso de
desarrollo económico y social. Claro, es fácil reducir el tema a una
polarización alrededor de la minería, a favor y en contra; pero la realidad es
que no se ha logrado romper la tendencia histórica de Cajamarca como una región
donde impera la pobreza y la exclusión. Ello exige preguntarnos cuál es la
visión de desarrollo para Cajamarca, como se asume la diversificación y
sostenibilidad económica y social, y como la minería y otras actividades productivas
se articulan a esta visión.
Pero los datos del INEI
también nos traen paradojas y causas de preocupación al otro lado del espectro,
pues la región con menor pobreza monetaria es Madre de Dios, donde el boom de
la minería informal ha generado un enorme flujo de ingresos. Y es que Madre de
Dios, más allá de las estadísticas, es
cualquier cosa menos un modelo de desarrollo económico y social, pues es una
región donde el estado está ausente o muy debilitado, con múltiples problemas
de conflictividad, fragmentación política, impactos ambientales, etc., y con un
panorama social desolador: tráfico sexual de menores, trabajo infantil,
criminalidad, pobre acceso a servicios esenciales, dilución del tejido social,
etc.
La reducción de la
pobreza monetaria, por muy espectacular que sea, no es suficiente ni genera
automáticamente desarrollo económico y social. Mientras no tengamos políticas
nacionales que definan una real visión de desarrollo, y los medios para
cristalizar esa visión, seguiremos siendo un país marcado por las desigualdades
y los desencuentros; donde las Cajamarca y los Madre de Dios seguirán
imperando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario